La historia se repitió por triplicado. Increíble, pero real. Un sueño para los canallas, una pesadilla para los leprosos. Sí, Central volvió a ser el dueño del clásico rosarino y para ello tuvo a un personaje clave, al botín de oro, al atorrante Ignacio Malcorra, que entró en el complemento y otra vez armó la jugada que definió el pleito, aunque esta vez contó con la gran colaboración en el último toque del caudillo uruguayo Facundo Mallo.
La fiesta de nuevo es toda auriazul. Porque se impuso en los mínimos
detalles, como fue llegar primero a un rebote o no hacerse expulsar tontamente
como sí lo hizo Ángelo Martino. Y un excelente para Matías Lequi, el DT
interino que se jugaba el cargo y hoy está firme y listo para dirigir lo que
viene por Copa Sudamericana. Ganó Central. Sufrió Newell’s. Así es el fútbol, en un derbi que parece ser
que los últimos tiempos tiene a su mejor amigo en Arroyito.
¿Cómo fue el partido? Muy feo. Ordinario. Lleno de nervios. Presiones. Evidentemente quedó reflejado todo lo que había en juego de uno y otro lado. Esa sensación de que los equipos estaban más preocupados en no equivocarse y en destruir que en animarse y crear.
Central: El triunfo de una jugada, que se festejó sin importar las formas
La increíble e insólita cantidad de tiempo de juego que se
perdió en el clásico rosarino
Sin dudas, el lastre de lo que arriesgaban los actuales
procesos y el miedo a perder ganó por goleada en eso primeros 45 minutos donde
casi no se jugó al fútbol.
Si lo más saliente fue la lesión de Marco Ruben sobre
la media hora, que sintió un pinchazo en el posterior derecho y le dejó el
lugar a Enzo Copetti. Fue una baja muy sensible para el Canalla por todo lo que
representa el nueve auriazul para el equipo y también para el rival, que lo
sufrió muchas veces en estos duelos.
Por el lado auriazul, Jaminton Campaz no
podía despegar por el andarivel izquierdo y no había sociedad entre Jonatan
Gómez y Tomás O’Connor. Por eso la falta de profundidad del local.
Por el lado rojinegro, Ever Banega no tenía interlocutores y
recibía la pelota siempre demasiado replegado por lo que la visita fue
inofensiva. Encima Lucas Besozzi y Panchito González quedaron aislados en los
extremos.
Así el partido era un doble embudo que terminaba en los
despejes de ambas zagas centrales.
El fútbol estaba desaparecido. No sólo los arcos, sino las
áreas estuvieron de más. Y así se fueron al descanso, cansados de morder y
trabar, pero para nada agotados de gambetear y triangular.
Central lo ganó en el complemento
En el complemento los equipos se hicieron más largos todavía
y siguió dominando la fricción. Era una novela con demasiados enredos. Ya con
el Pitbull Fernández, una de las grandes apuestas del Gallego Méndez, al límite
de la roja por tanto morder.
Hasta que a los 15’ del segundo, Lequi apostó a la
mística y mandó a la cancha a Ignacio Malcorra, que llegó con lo justo tras
superar una dolencia muscular, y su presencia levantó a los hinchas en las
tribunas. Sus últimos dos antecedentes lo avalaban por goles que valieron
triunfos auriazules.
Nacho entró despierto, afilado y sabía que podía encontrar
esa jugada ganadora.
Promediando el complemento una acción pareció hacerle un
tajo al partido. Centro notable con rosca de Banega que cayó en al área, Ángelo
Martino la metió al medio y Franco Ibarra se la llevó por delante para vencer a
Jorge Broun. El juez Nicolás Ramírez convalidó el gol, pero al VAR determinó
que Martino estaba un paso adelantado de su marcador Emanuel Coronel y el tanto
fue anulado. Por supuesto que los hinchas canallas lo gritaron como un gol
propio.
Allí Newell’s apostó por la entrada del
talismán Juanchón García, que se bajó del avión y saltó a la cancha.
Pero casi no tuvo tiempo de incidir. Porque cuando la Lepra
parecía estar mejor y tener el control del trámite todo se le derrumbó. Se le
vino la noche al equipo del Gallego Méndez. Ángelo Martino que le entró
durísimo a Kevin Ortiz y vio la roja directa. De ser casi el héroe por forzar
el gol leproso, luego pasó a villano por la enorme imprudencia de la expulsión.
Allí Central sintió que tenía la mesa servida para ir por
todo. Y de la mano de Ignacio Malcorra, otra vez el más valioso del derbi
rosarino, llegó la acción que tiñó la tarde definitivamente de auriazul.
Porque Nacho se hizo cargo de un tiro libre que él mismo fabricó
en el final y que volvió a torcer la historia del clásico. El diez canalla, que
llegó con lo justo y estuvo entre algodones en la previa, de nuevo fue el
muchachito de la película. El iluminado que desde su zurda colaboró para
quebrar un cero que parecía sellado con hormigón.
El disparo de Malcorra con chanfle desde el borde del área
buscó el primer palo, Macagno tapó, pero dejó el rebote servido hacia adelante
y como un toro desbocado entró hecho una furia Facundo Mallo para ir en busca
de la pelota y hundirla en la red del arco de Génova. Explotó el Gigante.
Delirio total en las tribunas y gestos de resignación en los jugadores de
Newell’s, que otra vez se quedaron sin nada en el final. Y hasta el Gallego
Méndez sin palabras se fue sin hablar. ¿Seguirá?
Enorme alegría auriazul, casi repetida de las últimas dos
anteriores, donde el Canalla lo ganó en trámites muy parejos, por detalles
cruciales y porque tuvo en Malcorra al ancho de espadas, que a pura
picardía hizo explotar de nuevo a los corazones guerreros.